7 de marzo de 2013

Acá nadie se rindió



Me pasa que no me puedo salir de mí para hablar de él. Y todavía no siento tristeza, siento bronca, rabia, capricho por esta suerte de mierda que corren algunos mientras otros viven 100 años y terminan sus días al calor de un hogar reluciente de oro y sangre.
Pero no me puedo salir de mí, porque ayer, mientras veía la Cadena Nacional, la primera, la anterior a la que anunció eso que no queríamos escuchar nunca, ayer mientras escuchaba a Maduro expulsar a David del Mónaco de Venezuela, mientras lo escuchaba, una vez más, denunciar las conspiraciones imperialistas y llamar al pueblo a levantarse en lucha, a “cerrar filas“, a no bajar los brazos, ayer mientras la ilusión se nos iba apagando y empezábamos a pensar en un mundo sin Chávez, ayer en ese momento preciso extrañé su voz. Me pareció ridículamente romántico, exageradamente simbólico, pero el sentimiento se me salió por los poros y me dolió pensar, casi que saber, que ya no pasaría horas seguidas frente a la caja boba emocionándome (y riéndome) con sus discursos.

Ayer no me pude salir de mí. Salí a la calle a dar mi apoyo al pueblo venezolano en la Embajada, me emocioné y me abracé con ellxs, que también son nosotrxs, me encontré con mi gente, esa que siempre está acá, acá, cerquita, de este lado, haciendo la misma ruta, esa larga ruta que recorre toda nuestra Latinoamérica, y nos fundimos todxs en miradas vidriosas, puños levantados y rodillas en tierra. No me salí de mí, canté por él, canté por Fidel, pensé en mis días en La Habana, esos que me hicieron sentirlo más cerca y fuerte que nunca, esos que me hicieron aprender a CONFIAR en un pueblo formado y comprometido, esos que me calaron más hondo que nada nunca jamás y que me cambiaron para siempre.
No me salí de mí, porque no pude, y porque no hizo falta, porque su guía ya está tatuada en cada uno de todos los que soñamos con una patria grande, unida, sin fronteras, justa y feliz para todos. Para todos los que todavía creemos en la lucha por el socialismo, y que no nos ponemos colorados cuando hablamos de revolución, y si nos ponemos colorados es de pura rabia, puro calor de ese que motoriza nuestras batallas, nuestro activismo. Para todos, y para todas, porque como dijo el Comandante: "Un verdadero socialista, tiene que ser feminista, si no, algo le falla...".






1 comentario:

hernan dijo...

siempre disfruto de lo que escribís acá, pero confieso que me emociono particularmente cuando el relato confiesa la intimidad de la noticia de una muerte dolorosa. Claro que no quiero pasar más para emocionarme por esto, pero esas (tus) palabras son las que me llevan a abrazar a la distancia a un@ desconocid@. Chavez me impactó desde el primer momento, y cuando digo primer momento me refiero a algún discurso durante la rendición de su intento de golpe. Las noticias no corrían tan rápido y sentir empatía por un militar golpista me generaba culpa, y mucha. Tanto quería saber sobre él, que hasta me compré una revista que vanagloriaba a Seineldín, solo porque tenía un reportaje a él. Eran tiempos muy particulares, y los detalles te los contaré por privado y con tiempo. Un beso (y el abrazo compañero inevitable)