21 de abril de 2014

ella me dijo: es que hacemos cosas lindas
él me dijo: es que tenemos vidas lindas
yo era puros miedos y ansiedades, de las lindas y de las otras, y no pude más que decirles a ambos: sí.

sólo se consigue la simpleza a través de mucho trabajo, me había enseñado clarice hace bastante; eran días de incertidumbres, de caminos más inciertos, de una multiplicidad de inquietudes que ahogaba, que mortificaba, y lo peor: que paralizaba.

hay algo en el movimiento, en la ruptura de las quietudes todas: las físicas, las mentales, las espirtuales.

las del corazón.

ésas que en la estabilidad del amor aprietan hasta el grito la necesidad del deseo, de eso por conseguir, de lo todavía anhelado. La necesidad de aún buscar. Hay algo de cura en lo pendiente, no como fracaso –hecho en el que por cierto no creo– sino como brasa que siempre revive. Como simple razón de ser.

romi me contó una vez que su secreto era buscar lo bello en lo imperfecto, lo incompleto y lo impermanente: lo wabi sabi, para la cultura oriental. Una planta creciendo en el quiebre de una pared, la mancha de una taza de café, un rayito de sol entrando asimétrico por una ventana y sentándose a la mesa en una mañana de otoño.

tenemos vidas lindas, me dijo él, porque hacemos cosas lindas, me dijo ella.
yo les respondí a ambos: sí.
pero además sonreí.