había apurado, y sin embargo sabía que era tarde, pero ya no importaba.
tenía lágrimas secas de tanto esperarse, de tanto posponerse, y sin embargo no dejaban de salírsele de a borbotones, más líquidas que nunca.
había apurado y no quedaba más que el cierre feroz de la posibilidad quemada o la ilusión arriesgada de quien elige ser feliz por un ratito, aunque eso implique la posibilidad de una infelicidad posterior, dolorosa, insoportable.
había apurado, había recibido el rebote del impulso, había intentado de nuevo y había entrado por una endija, fina, pero –sentía–, llena del mismo aire que respiraba, que buscaba respirar.
aquella noche de aire y apuros tardíos prefirió no seguir pensando. prefirió no evaluar orgullos ni regateos, ni miradas punzantes ni esquives a aquellos abrazos circunstanciales.
aquella noche prefirió ser.
se prefirió incompleta, menos guerrera, más dócil.
aquella noche, por primera vez, cerró los ojos, durmió todas las horas seguidas, sin el despertar de la ansiedad, del miedo, del no relajo.
aquella noche durmió,
y cuando despertó,
el día ya había llegado.
*dibujo de vero gatti