13 de diciembre de 2010

máximas

dijo Guillermo Perez Vacchini:

"La gente que dice que Perón es nazi, es nazi"

agrega Andrés Monferrand:

“la izquierda
en Argentina
debe ser
si o sí
peronista.“

[ http://ebolapoesia.blogspot.com/2009/10/nuevos-aportes-la-escolastica-peronista.html ]


(sabemos que no, sólo disfrutamos, eventualmente, de la escolástica peronista)

7 de noviembre de 2010

Sin ejes

http://www.goear.com/listen/a690534/los-ejes-de-mi-carreta-atahualpa-yupanqui

Cuando da miedo el silencio, la nada, es cuando menos hablo. Cuando espanta el rechinar, el crujir de un engranaje malgastado, es cuando menos busco la prolijidad del sonido. Ya no más finales felices, puntuaciones correctas, remeras planchadas o un amor para toda la vida. Hoy, el hoy. Mañana, el hoy que vendrá y el fin de esa quietud inactiva de la seguridad que brinda lo inmóvil. Entonces, el camino ancho e infinito, trifurcaciones y más, tantas posibilidades como vidas, y muchas vidas y muchos mundos, propios y tuyos, míos y nuestros. Prefiero la madera agrietada, la suela gastada, el burbujeo de un disco de vinilo. La disfonía me sienta bien. El grito también.

27 de septiembre de 2010

Presentación rizomática

Yo escribo. En hojas sueltas, en boletos de colectivo, en mis piernas. Escribo en trenes o caminando, o antes de dormir. Escribo mensajes para dejar en mesitas de luz ajenas, escribo mentalmente. Escribo y también leo, y leo más de lo que escribo. Leo a Borges, a Cortázar, a Pizarnik, a rimbaud y pienso qué será de mí y de mis palabras en los próximos diez años: todo ansiedad, todo especulación. Todo signo de inmadurez, de aún adolescencia, de raiz clavada. Pero raíz no impide volar, me dijeron una vez, raiz hace, y entonces yo hago. Me amigo con la música moderna y me animo a decir: Sí, ¡me encanta Leo García!

Soy una romántica incurable que se escuda tras la imagen anarco–punk de una patti smith cualquiera, pero que al fin y al cabo espera impaciente a un robert mapplethorpe que toque a la puerta un día y diga: serás mi próximo retrato.

Me gusta la danza, el cine de diálogo, la fotografía en blanco y negro, los relojes que no andan, los teléfonos viejos. No soporto la buena onda excesiva y disfruto morbosamente de ser antipática cuando alguien me da motivos para serlo. Cada vez que estoy sola canto compulsivamente, como si fuera mi única manera de respirar, y amenudo no puedo evitar escuchar las conversaciones de la gente en los transportes públicos. Amo dormir la siesta junto a los Simpsons y los cielos celestes en los parques vacíos. Amo a los gatos, a mi perra Luna. Amo los libros amarillentos, las palabras con ‘x’, como oxímoron (también amo los oxímoron: reina la anarquía), y no puedo evitar imaginarme cometiendo las más humillantes torpezas en esos momentos en donde recibo una presión o atención particular. Detesto las aceitunas, me enloquecen los palmitos y la palta, suelen enamorarme más las mujeres que los hombres, me gusta la provocación, pensar hasta que duela, pisar el pasto descalza, las duchas que queman, el sexo a media noche, los gritos, los sábados a la mañana, el olor a punk–rock milonguero del Abasto, las murgas ensayando para el carnaval, las películas de zombies, el no poder decir(le) que no.

Odio salir de compras y es por eso que nunca tengo qué ponerme; mis zapatillas están agujereadas y repetidas veces me quedo sin yerba o papel higiénico.

Hago bastante y quiero mucho más. Trabajo, estudio, bailo, me estiro, canto. Pero, por sobre todas las cosas, escribo. Escribo para extenderme, para prolongarme en el espacio y en el tiempo, para poder expresar así todos mis yo. Por eso, yo escribo.

22 de septiembre de 2010

rimbaud


A las diez horas el 10 de noviembre de 1881 el poeta Arthur Rimbaud encontró el fin de su aventura terrestre.


A. R.

Devociones.
A Arthur Rimbaud.
Él fue joven. Él fue el joven maldito. Él fue una divinidad maldita. Se emborrachó con la sangre de jóvenes muñecas. Su risa enloquecida, su poder, corriendo a la par su visión y su demonio. De forma precoz coloca su pija sobre el culo de jóvenes muñecas. Clava agujas en la cabeza de los inocentes. Mala semilla de ira dorada. ¡Ja! ¡ja! Él rie el último. Cabellos rubios enredándose en tu respiración vital. Hidrógeno blanco. Rimbaud. Salvador de los científicos olvidados: los alquimistas. La alquimia de la palabra. El poder de la palabra. Rayos del amor. Disparos en el altar. Ceremonias obscenas. No dejan pruebas sobre las pistas. Oro. Detrás. Rimbaud bendito. Rimbaud herido. Rimbaud: ángel con mangas de pelo azul. [No]. Luz sin sombra. Rimbaud fue un canto rodante ¿son todos los profetas perseguidos? Él fue un joven tan maltido.


Por: © Patti Smith
foto: Robert Mapplethorpe

30 de agosto de 2010

nomeacuerdoquién decía que antes de escribir leía en algún otro idioma que no sea el suyo, (que no sea el materno) para así después construir el lenguaje propio y poetizar las ideas de la manera menos automatizada posible.
quiero esa extranjerización. la búsqueda de una nueva lengua, de un sonido diferente.
ya no aguanto seguir usando camperas y los otoños se me hacen luminosamente insoportables.
preciso florecer.

28 de agosto de 2010

peronistas de perón


el otro día iba en el bondi y vi los afiches acerca de este taller de pensamiento alfonsinista y, antes de darme cuenta de quién era 'el tipo de la foto,' pensé “qué bueno, ¡un taller de lectura de poesía!“.
una boluda total.
me reí de mi ñoñez para adentro y declaré: de ahora en más cuando me pregunten ideología política diré “Alfonsinista. Alfonsinista de Storni“

17 de agosto de 2010

Koudelka


Josef Koudelka reconoce esas miradas que ningún otro reconocería. Se reconoce en ellas, se encuentra en ojos que gritan sensaciones que sólo un corazón sensible es capaz de recibir, y de aceptar.
Josef Koudelka respira a través de sus lentes y se alimenta de cada uno de los disparos de su cámara que –supo decir alguna vez– le suceden casi sin darse cuenta pero llenos de intensidad.
Recortes que resultan obvios, encuadres que parecen forzados, composiciones perfectas o azarosas; nada de eso es así o todo lo es, pero siempre en pos de mostrar aquello que la mayoría de las personas no pueden, o no quieren, o simplemente no se ocupan de ver.
En “Invasión ‘68: Praga“, Koudelka retrata como nadie la resistencia de un pueblo aterrado, el uso de ese miedo como escudo de lucha, el confronte, la división, la impunidad y el después, en esa famosa imagen con el reloj marcando una hora que no importaba y una ciudad gris como tapiz de fondo.
Koudelka no es un fotógrafo más, básicamente porque no puede ser calificado como un simple fotógrafo. Koudelka es un evidenciador de todo lo que se respira en el aire y que pocos –o menos– logran ver. Koudelka es un señalador, un guía, un flash que ilumina aquello que la cotidianidad tiñe de oscuridad, de normalidad, de no importancia. Koudelka hace visible. Koudelka ve.

26 de julio de 2010

imperfecta

a.

yo también tengo un eso
y un aquello
yo también fui otra
y otras
yo también pensé que sí
y era no.
yo también busqué afuera, y era adentro
yo también reí
yo también pequé
yo también me desilusioné
yo tampoco quiero volver a doler
y sin embargo
acá te espero.





b.

Hoy no existe
(y vos tampoco)

24 de mayo de 2010

tropos

me gusta esta ciudad por cómo me enseñaste a quererla
me gusta la combinación punk-spinetta
de las calles del abasto
y cómo te aburren los cielos despejados en las plazas.

todo me resulta poesía y me ataca la retórica
mientras peleo con el oxímoron de nuestras noches.
el oxímoron: nuestras-noches.

no somos un nosotros, pero estamos llenos de sinestecia
quiero abrazarte el alma, beber tus ojos, escuchar tu sexo.

no puedo más que ser obvia, temerosa, predecible.

Ayer soñé que te ibas y entonces era libre.
por suerte volviste y todavía peleo con estas cadenas.

16 de mayo de 2010

Solamente



Ya comprendo la verdad

estalla en mis deseos

y en mis desdichas
en mis desencuentros
en mis desequilibrios
en mis delirios

Ya comprendo la verdad

ahora
a buscar la vida.


Alejandra Pizarnik

13 de enero de 2010

Esperame un rato más


Tenía la sensación de llegar tarde, de ya no poder entrar.
A pesar de haber ido cien veces a ver a Las Pelotas, a pesar de cantar y saltar (y hasta de esguinzarme un tobillo en uno de sus shows), había algún lugar al que, sentía, no podía acceder. No sé si en ese momento lo tenía demasiado claro o me di cuenta más tarde, después de aquel recital que compartí con mi amigo Ale, (no éste, sino otro, que curiosamente también lleva un apellido con S y es músico) y después de leer no recuerdo dónde algo así: Uno trabaja de esto, le gusta la banda, pero no llega a disfrutarla realmente hasta que no encuentra la gente correcta para hacerlo..

Un día la encontré, a la gente y a la banda, y me enamoré del Bocha y de su magia como hacía mucho tiempo no me enamoraba. Me enamoré de su voz, de su mirada, de sus canciones, de su transparencia envidiable, casi irrepetible en nuestro rock. Me enamoré sin la inseguridad de la no correspondencia, sin el miedo del porrazo. Pero el porrazo llegó igual. Y dolió.

Enero de 2009 me encontró entero en la gran ciudad y febrero, casi de casualidad, en la provincia de Córdoba, vagando entre San Marcos Sierra, Mina Clavero y Nono.
Llegué a Nono unos días después del 12 de ese mes y donde esperaba encontrar un santuario lleno de fotos, cartas y alguna que otra botella, no encontré más que un par de flores ya marchitas por el sol y la sequía del verano.

(En realidad, fue un alivio.)

Estaba sola, con un perro que me había seguido desde el camping, una riñonera flaca y una cámara de fotos que nunca me animé a sacar de la funda. Había salido a comprar verduras para el almuerzo y, aunque sabía que me iba a desviar hasta ese lugar, por algún motivo no lo había dicho a mi gente, como si necesitara de la soledad total, del anonimato, del secreto.
Ya ahí me senté lo más cerca que mis lágrimas aguantaron y miré. Miré un rato largo, todo, o nada, no me acuerdo ya, pero sé que miré mucho, miré hasta que me dolieron los ojos y el corazón y al final, en cuclillas, mientras intentaba levantarme, bien despacito para no romper con la tranquilidad que me rodeaba, le dije susurrando:


disculpame, Bocha querido, por haber tardado tanto en llegar.



Alejandro “Bocha“ Sokol. (30 de enero de 1960 - 12 de enero de 2009)

La foto que nunca saqué (pero otros sí)