si empezamos como jugando, si nuestros ojos fríos no hacían más que lanzar gritos de libertad, si tus manos pasaban sobre mi piel como sobre cualquier otra piel (y eso me gustaba), si tus sonrisas eran simplemente caricias para mi ego, si tu eso y mi aquello suponían una distancia inalterable que nos liberaba de inútiles preocupaciones por el eso y el aquello de cualquiera de los dos.
Si todo era tan cobardemente fácil... me pregunto por qué empezamos a querernos.
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