Yo escribo. En hojas sueltas, en boletos de colectivo, en mis piernas. Escribo en trenes o caminando, o antes de dormir. Escribo mensajes para dejar en mesitas de luz ajenas, escribo mentalmente. Escribo y también leo, y leo más de lo que escribo. Leo a Borges, a Cortázar, a Pizarnik, a rimbaud y pienso qué será de mí y de mis palabras en los próximos diez años: todo ansiedad, todo especulación. Todo signo de inmadurez, de aún adolescencia, de raiz clavada. Pero raíz no impide volar, me dijeron una vez, raiz hace, y entonces yo hago. Me amigo con la música moderna y me animo a decir: Sí, ¡me encanta Leo García!
Soy una romántica incurable que se escuda tras la imagen anarco–punk de una patti smith cualquiera, pero que al fin y al cabo espera impaciente a un robert mapplethorpe que toque a la puerta un día y diga: serás mi próximo retrato.
Me gusta la danza, el cine de diálogo, la fotografía en blanco y negro, los relojes que no andan, los teléfonos viejos. No soporto la buena onda excesiva y disfruto morbosamente de ser antipática cuando alguien me da motivos para serlo. Cada vez que estoy sola canto compulsivamente, como si fuera mi única manera de respirar, y amenudo no puedo evitar escuchar las conversaciones de la gente en los transportes públicos. Amo dormir la siesta junto a los Simpsons y los cielos celestes en los parques vacíos. Amo a los gatos, a mi perra Luna. Amo los libros amarillentos, las palabras con ‘x’, como oxímoron (también amo los oxímoron: reina la anarquía), y no puedo evitar imaginarme cometiendo las más humillantes torpezas en esos momentos en donde recibo una presión o atención particular. Detesto las aceitunas, me enloquecen los palmitos y la palta, suelen enamorarme más las mujeres que los hombres, me gusta la provocación, pensar hasta que duela, pisar el pasto descalza, las duchas que queman, el sexo a media noche, los gritos, los sábados a la mañana, el olor a punk–rock milonguero del Abasto, las murgas ensayando para el carnaval, las películas de zombies, el no poder decir(le) que no.
Odio salir de compras y es por eso que nunca tengo qué ponerme; mis zapatillas están agujereadas y repetidas veces me quedo sin yerba o papel higiénico.
Hago bastante y quiero mucho más. Trabajo, estudio, bailo, me estiro, canto. Pero, por sobre todas las cosas, escribo. Escribo para extenderme, para prolongarme en el espacio y en el tiempo, para poder expresar así todos mis yo. Por eso, yo escribo.
5 comentarios:
Hola Caro.... què lindo!!
Me produce ternura leerte. Asì, con el alma despojada, te voy conociendo.
Lo mejor: sos autèntica
Te felicito
Un beso,
Graciela
saben
saben
lo
que
hizo
el
famoso
mono-
liso?
Bellísimo, te entiendo con lo de la palta y lo de escuchar lo que dice la gente en transportes públicos; a tal punto que a veces me dan unas ganas locas de meterme en las conversaciones jajaja.
Un abrazo linda!
Rosaura
sí! y yo me meto! jajaja
Buenisima.
Tu trucha tocaya te quiere mucho.
¿pPor qué colgamos con el rizomado?
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